La estampa de sus dos hijos, paseando cogidos de la mano en la Carballeira do
Gaiteiro, será la que adorne las postales navideñas de la asociación cultural
Vista Alegre, de A Bandeira. Rosario Álvarez es aficionada a la fotografía desde
hace tiempo, y éste es el segundo certamen que gana, ya que también fue la mejor
en el certamen Ramón Caamaño, que convoca el Concello de Muxía.
-Aunque las bases del concurso establecían que el motivo central de las imágenes fuese el Centro Cultural, usted se decantó por este enclave anexo a la Carballeira da Silva. ¿Por qué?
-Fue casi por azar. Me enteré muy tarde de este concurso y saqué las fotos el domingo anterior al día en que vencía el plazo, cuando regresábamos de ver a mis padres, en Malpica de Bergantiños. Hice algunas fotos en el Centro Cultural y también en la capilla de San Blas, un lugar que tiene un encanto especial. Pero, cuando regresábamos en coche, pasamos cerca de la Carballeira do Gaiteiro y vi que uno de los robles tenía una gama cromática increíble en sus hojas. Primero bajé del coche para ver si tenía suficiente luz para sacar fotos y, al ver que así era, puse a mis niños a "desfilar".
-Usted es de una aldea de litoral, de Cerqueda. ¿Qué prefiere retratar, la costa o el interior?
-Bueno, mi lugar de nacimiento no está bañado por el mar, y lo cierto es que siempre tendí a fotografiar el interior y, sobre todo la gente mayor y los labradores. Para mí era y es como una obsesión. De hecho, la foto con la que gané el concurso de Vista Alegre hubiera sido imposible de hacer en Malpica, porque allí solo tenemos plantaciones de pinos y eucaliptos, que carecen de ese abanico de tonalidades que nos regala el otoño.
-Aunque no se dedica profesionalmente a ello, ha ganado ya dos certámenes fotográficos y participó también en otro sobre Rutas del Mundo. ¿Cómo empezó su amor por la cámara?
-Hace muchos años. Recuerdo que mi marido y yo llegamos a montar un laboratorio de revelado y sacábamos fotos en blanco y negro. Trabajo con una Réflex digital y fui yo quien le enseñó a mi hermana a manejar una Réflex. Ahora, ella me da mil vueltas en esto de la fotografía. Eso sí, intento estar siempre al día y, después de unos años de abandono, estoy descubriendo nuevas cosas gracias al curso que se imparte en A Bandeira.
-¿Sus hijos también muestran interés por ponerse detrás de la cámara?
-La mayor, que tiene cinco años, siempre me pide sacar alguna foto. El día que hicimos las fotografías para el concurso también estuvimos en Carboeiro y ella sacó algunas. No sé si fue por talento o por casualidad, pero le salieron muy bien.
-Ya que ha vivido tanto la fotografía analógica como la digital, dígame con cuál de las dos se queda.
-Bueno, las cámaras digitales nos permiten obtener un montón de copias, lo que es una gran ventaja. Pero, para mí, la fotografía química siempre resultó más real. No lo sé, las instantáneas digitales, a veces, me resultan un tanto superficiales.
-Aunque las bases del concurso establecían que el motivo central de las imágenes fuese el Centro Cultural, usted se decantó por este enclave anexo a la Carballeira da Silva. ¿Por qué?
-Fue casi por azar. Me enteré muy tarde de este concurso y saqué las fotos el domingo anterior al día en que vencía el plazo, cuando regresábamos de ver a mis padres, en Malpica de Bergantiños. Hice algunas fotos en el Centro Cultural y también en la capilla de San Blas, un lugar que tiene un encanto especial. Pero, cuando regresábamos en coche, pasamos cerca de la Carballeira do Gaiteiro y vi que uno de los robles tenía una gama cromática increíble en sus hojas. Primero bajé del coche para ver si tenía suficiente luz para sacar fotos y, al ver que así era, puse a mis niños a "desfilar".
-Usted es de una aldea de litoral, de Cerqueda. ¿Qué prefiere retratar, la costa o el interior?
-Bueno, mi lugar de nacimiento no está bañado por el mar, y lo cierto es que siempre tendí a fotografiar el interior y, sobre todo la gente mayor y los labradores. Para mí era y es como una obsesión. De hecho, la foto con la que gané el concurso de Vista Alegre hubiera sido imposible de hacer en Malpica, porque allí solo tenemos plantaciones de pinos y eucaliptos, que carecen de ese abanico de tonalidades que nos regala el otoño.
-Aunque no se dedica profesionalmente a ello, ha ganado ya dos certámenes fotográficos y participó también en otro sobre Rutas del Mundo. ¿Cómo empezó su amor por la cámara?
-Hace muchos años. Recuerdo que mi marido y yo llegamos a montar un laboratorio de revelado y sacábamos fotos en blanco y negro. Trabajo con una Réflex digital y fui yo quien le enseñó a mi hermana a manejar una Réflex. Ahora, ella me da mil vueltas en esto de la fotografía. Eso sí, intento estar siempre al día y, después de unos años de abandono, estoy descubriendo nuevas cosas gracias al curso que se imparte en A Bandeira.
-¿Sus hijos también muestran interés por ponerse detrás de la cámara?
-La mayor, que tiene cinco años, siempre me pide sacar alguna foto. El día que hicimos las fotografías para el concurso también estuvimos en Carboeiro y ella sacó algunas. No sé si fue por talento o por casualidad, pero le salieron muy bien.
-Ya que ha vivido tanto la fotografía analógica como la digital, dígame con cuál de las dos se queda.
-Bueno, las cámaras digitales nos permiten obtener un montón de copias, lo que es una gran ventaja. Pero, para mí, la fotografía química siempre resultó más real. No lo sé, las instantáneas digitales, a veces, me resultan un tanto superficiales.
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